sábado, 4 de septiembre de 2010

CAISSA EXISTE

Caissa, musa o diosa del ajedrez cuya aparición literaria data de un poema de Sir William Jones (1713) basado en otro del italiano Marcos Vida (1513) en el que la ninfa se llama Scacchis (del italiano escaque o casilla) Diosa que concede sus favores a quienes le dedican su vida. En la primavera de 1992, más precisamente el 12 de octubre, se desarrolló en nuestra ciudad un fortísimo torneo abierto. El escenario: un céntrico hotel de la avenida Colón atiborrado de un público que serpenteaba, reptaba, hormigueaba por sus escalinatas, doblando hasta la calle Buenos Aires y seguía, seguía, seguía. En suma: un pandemónium. Los inscriptos superaron el número de doscientos, gran parte de ellos grandes maestros, maestros internacionales y duros jugadores de primera categoría. Once rondas a un ritmo de cinco minutos por jugador por partida (conocido como blitz). El más fuerte de todos era nada más ni nada menos que Garry Kasparov, Campeón mundial en ejercicio. Uno tras otro sus rivales fueron cayendo ante la portentosa técnica y la casi inhumana táctica de la que siempre ha hecho gala. Con diez puntos en otras tantas partidas se había hecho acreedor al primer puesto en solitario. Sólo restaba la última. Un trámite... Juan Carlos De Las Heras llevaba grabado en su frente el estigma del ajedrecista. Este cincuentón porteño se “robó” de Córdoba el recuerdo de sus reuniones con el maestro Erich Eliskases y la inconfundible tonada que aún hoy lo acompaña. Devastado, azotado por los sucesivos avatares de la política económica vernácula, hubo de instalarse en Mar del Plata en la década del 80 haciéndose popular rápidamente por sus amplios conocimientos en el juego de los juegos y su original sentido del humor. Obsesivo, inquieto, capaz de despertar en medio de la noche para revisar una variante con la que había soñado, se había entregado por entero a esta pasión que lo consumía. ¡¡¡Onceava y última ronda ¡!! Anuncia uno de los fiscales del torneo; a la sazón quién esto escribe; Kasparov - De Las Heras: Lo veo a “Juanca” y le comento:”” que lástima; si no te tocaba el “monstruo” tenías chances de cobrar”; dando por descontada su derrota: Su contestación:”no importa Feliiipito; me doy por cobrado igual; cuantas chances puedo tener de jugar con el Campeón del mundo: Comienzan las partidas; se dirimen importantes premios: Nervios; errores, alguna disputa, cosas típicas de una última ronda y de pronto... de pronto una ovación tremenda, jamás escuchada por el narrador en un torneo de ajedrez. Un gol en una Bombonera repleta, un trueno, el estallido de una bomba. La piel de gallina, el caminar inmediato de un autómata hacia el lugar del hecho justo a tiempo para ver al Campeón retirarse de la sala de juego envuelto en una llamarada de furia y chocar contra ese grupo de marplatenses que abraza a ese hombrecito emocionado, lacrimoso, que es absolutamente consciente de estar viviendo el momento más trascendente y emotivo de su vida. La justificación de todos sus afanes, el pináculo de su carrera deportiva, mientras susurra al oído de un amigo común:”Viste Gustavito, alguna vez tuve talento”. Cuantos jugadores titulados sucumbieron ante el Campeón, cuantos jugadores mejores que Juan Carlos De Las Heras no pudieron con el “ogro de Bakú”: Hay quienes dicen que Caissa no existe: Que sólo forma parte de la mitología: Esos incrédulos no saben lo que dicen ni ven lo que veo: O me van a discutir que esa pareja que camina bajo los árboles, entrelazadas las manos como dos enamorados son Caissa y “Juanca”: Ella le habla suave, amorosamente. Le revela variantes, jugadas, secuencias, aperturas, para que algún día, seguramente, él vuelva a sorprendernos a todos.

Autor: Luis Felipe Balesta. País: Argentina.-

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